Durante el último 27 de enero, en el festival de folklore de Cosquín se rompió una barrera estética. La organización decidió armar un día con todo lo que se considera nueva música argentina por más que no persiga las tradiciones estrictas del folklore. El cierre quedó en manos del proyecto Hermano Hormiga, protagonizado por Raly Barrionuevo y Lisandro Aristimuño. La unión de una canción extendida, del pop nacional al criollismo norteño. De la composición de autor a la interpretación de los circuitos alternativos.
Así fue entonces que durante el cuarto tema del show, Raly tomó la palabra y dijo: “Admiramos a muchos autores de la música argentina y del mundo, pero hay uno en especial que admiramos por igual con Lisandro. Nos influenció muchísimo y lo queremos traer aquí, a esta plaza sagrada, a pesar de que hace ya unos añitos se fue de este mundo. Es el queridísimo Raúl Carnota”. A Barrionuevo se le cerró la garganta y lo secundó Aristimuño, que expresó: “Gran aplauso para el maestro Raúl Carnota, por favor”. Y largaron la chacarera “La sixto violín” para así fundar un trío alucinante en un contexto inesperado.
Raúl Carnota nació en 1947 en la ciudad de Buenos Aires. Fue, sin dudas, el último gran compositor de folklore argentino, aunque decir esto es injusto y va en contra de las ideas del músico. Bandera creativa durante los años 80 y desarrollo musical en los 90, Carnota eligió la música popular argentina porque decía que era el lugar ideal para la creación. Pese a esto, no se consideraba un músico folklórico. No es fácil destacar un disco o una época en particular, pero con Memoria adentro (1985) y Entre la ciudad y el campo (1987) fundó lo que sería una identidad única y personal.
Después de comenzar a caminar con sus canciones por el under de Buenos Aires a principios de los 80, Carnota tuvo un año trascendental: 1983. Ya había empezado a tocar con la intérprete Suna Rocha y estaba en vías de formar un cuarteto fijo junto a Rodolfo Sánchez y Eduardo Spinassi. Una noche, en un boliche que le decían La Peluquería, ocurrió lo inesperado: entre el público estaba Mercedes Sosa.“Nos vio y se emocionó mucho. Le habíamos hecho recordar la época en la que ella andaba con [Oscar] Matus. Después le dijo a Raúl que llevara su guitarra, que íbamos a grabar. Así que fuimos y te imaginás lo que fue… increíble”, recuerda Suna Rocha mientras se acomoda su reconocido cabello de pequeñas ondulaciones.
“Primero hicimos el Luna Park, estábamos nerviosos porque ni sabíamos en qué momento nos iba a llamar. Pasamos de La Peluquería al Luna Park”, sigue Rocha mientras asegura que su participación fue tan bien aceptada por el público que los volvió a llamar para la siguiente fecha. La algarabía y el primer momento masivo de Carnota se puede chequear por YouTube. Allí Mercedes Sosa advierte después de cantar con ellos “Grito santiagueño” que Carnota “es el autor de esta zamba”, mientras el músico se despega el bombo de sus entrañas y la abraza fuerte. Bien fuerte.
“Después de esas tres fechas nos propuso grabar la canción. Se pospuso una semana porque ella estaba muy cansada. Corté clavos durante los siete días, tenía miedo de que se arrepintiera”, cuenta. Carnota junto con su mujer grabaron, entonces, “Salamanqueando pa mí” y “Grito santiagueño”. “Eso fue definitorio. A partir de ahí, la compañía [PolyGram] nos propuso grabar un disco en forma conjunta. Lo hicimos el mismo año, 1983. Un año increíble. Raúl es un tipo que cambió el sentido de la música de la época”, afirma Suna Rocha, recordando que durante los meses siguientes también grabarían sus discos debut por separado. Aceleración punk, profundidad criolla.
Guadalupe Carnota tiene la misma sonrisa que su padre; amplia, luminosa. Cuando Suna grabó a dúo con Raúl, su hija tenía tres años. “Es lo más parecido que tengo a un hermano”, dice entre una carcajada. Guadalupe no se dedicó a la música, primero se metió con el cine y ahora con el periodismo. Pero desde los 15 años le corrigió todas las letras a Raúl. Esto es, a partir de Contrafuego (1994), el sexto disco solista. “Me gusta mucho ese disco”, dice Guadalupe. “Allí ya hay mucha experimentación. Él decía que hacía música argentina o música de raíz, nunca le gustó decirse folklorista”, cierra.
Llegó un momento en el que Raúl Carnota se enojó. Tuvo problemas con PolyGramy Melopea, empresas apoderadas de sus primeros discos, y así comenzó su construcción musical desde la independencia. Como todo gesto artístico riesgoso, tuvo sus frutos y algunas pérdidas. PolyGram retiene los másteres de los tres primeros discos de Carnota, y esto para su entorno es un claro signo de injusticia. “El capitalismo judicializado… se los guardan y buscan la mayor ganancia. Con Melopea fue a juicio y lo perdió”, explica Guadalupe, que, hace años, lucha y milita por los derechos de su padre.
“Mi viejo no iba a Cosquín. Prefería andar por el costado, por las peñas. Era antifestivales. Nunca decía que no, les pasaba un caché imposible. Después también en Buenos Aires se manejaba de la misma manera”, explica Guadalupe en referencia a otra de las facetas que Raúl militó en tanto independencia y convicción.
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Pero el maestro siguió y la obra creció. En el transcurso de los años que sirvieron de transición democrática y tiempos neoliberales, Carnota editó cuatro discos: Este es Raúl Carnota (1986), Entre la ciudad y el campo (1987), Contrafuego (1994) y Reciclón (1998). A su vez, las grandes ligas del folklore no lo subestimaron y, por fuera de sus decisiones contractuales, trabajó con músicos masivos y de trayectoria. Tanto como músico, productor o arreglador.
“Puso los arreglos folklóricos en otras escenas, donde no se pierde para nada la naturaleza, el origen de nuestro folklor [sic]. Inauguró una manera de hacer y de interpretar folklor distinto”, asegura la cantante Silvia Iriondo mientras recuerda que su primer guitarrista fue Raúl Carnota. “Siempre tuvo muy presente de qué se trataban los diversos géneros folklóricos que están llenos de guiños, acentos, que justamente los distinguen entre sí. Conocía muy bien esas diferencias, también se daba muchos permisos para componer canciones libres sin ataduras de estructuras”, cierra. “Era fan de Deep Purple y de Yupanqui, eso era Carnota”, explica el compositor Lisandro Aristimuño mientras recuerda que lo conoció caminando por Almagro. Dice que lo vio con su característica campera de cuero y no dudó en cruzarse para saludarlo y felicitarlo. Carnota lo miró y le dijo: “Yo también te conozco, vos sos el del disco azul”, por Azules turquesas (2004), disco debut de Aristimuño.
“En el primer ensayo con Carnota y Rodolfo Sánchez sacamos la misma marca de cigarrillos, que no eran los más comunes: Particulares 30. Los tres pensamos que era una señal”, recuerda el tecladista Eduardo Spinassi, músico histórico en la carrera de Carnota. “El disco que más me gusta es Entre la ciudad y el campo. Es en donde tiene una participación muy importante Popi Spatocco. En ese momento yo ya me había ido del grupo, pero lo mismo grabé casi todos los temas junto con Popi, Rodolfo y Raúl. El título del disco refleja claramente lo que éramos... gente de ciudad tocando música de campo”, explica Spinassi.
“Hay que destacar que Raúl Carnota no fue un folklorista, fue un músico y un artista completo; además de guitarrista, percusionista, cantante, compositor, escritor y arreglador”, dice Alejandro Jueguen por algún sitio de los Estados Unidos. El último y más fiel productor de Carnota está de gira, pero no quiere dejar de reflexionar sobre su íntimo compañero y amigo.
“Conceptualmente, respetó absolutamente la forma de todos los géneros que desarrolló (folklore argentino y latinoamericano, tango, canción, candombe, etc.) y, al mismo tiempo, encontró la forma de recrearlos, de actualizarlos, de abrirlos a nuevas influencias pero sin perder su raíz, llevando la música hacia adelante, liberando limitaciones y sosteniendo identidad”, explica Jueguen y cierra: “Por eso es y será por mucho tiempo una referencia inevitable para los músicos que están en una búsqueda artística”.
Con el alma en vilo
Fija: escribís el nombre de Raúl Carnota y la respuesta es afirmativa. La referente folklórica y exministra de Cultura de la Nación, Teresa Parodi, pide por favor entrar antes del cierre de esta nota. Abre el corazón, Teresa, y cuenta innumerables anécdotas. Rescata el vínculo de amistad con Raúl y su honestidad como músico y compositor. Dice: “Lo conocí cuando recién llegaba con la decisión de quedarme a vivir en Buenos Aires en los años aciagos de la última dictadura. Allá por 1979. El silencio estremecía y la necesidad de acercarse a aquellos que compartieran ideales y sueños hizo que finalmente nos encontráramos”.
Asegura que Caloi fue uno de los que los conectó, y enseguida la profunda afinidad los hizo amigos. “Me impresionó de entrada la nobleza de Raúl. Su mirada frontal. Sus convicciones sin fisura. Su talento como músico. La fuerza luminosa de su arte y su originalísima manera de tocar la guitarra y frasear cantando”, explica Parodi.
“De entrada ya supimos que la música y el peronismo nos unirían para siempre. De hecho, inmediatamente nos entusiasmamos componiendo. Él me acercó hermosas melodías a las que puse letras”, cuenta Teresa, que, junto a Raúl, además de componer canciones como “Doña Froilana” o “Ña poli” también produjeron shows, encuentros y dieron a conocer a músicos nuevos.
“No lo olvidaré. Nuestra amistad fue transformándose en una clara y maravillosa hermandad a la que nunca traicionamos”, reflexiona Teresa Parodi y se emociona. “Carnota, ʽCarnotitaʼ para mí (era mi modo de nombrarlo, cosa que lo hacía sonreír invariablemente), era un creador nato. Su talento como armonizador y arreglador fue extraordinario. Dejó una huella honda en la música de nuestro país y por ende de América”. Insiste en aclarar que su obra es contundente. Que su altura de creador en todos los sentidos lo plantó para siempre en el camino de los innovadores, de los inquietos, de los audaces, de los sorprendentes y, por supuesto, de los imprescindibles por necesarios.
La memoria en la mano
La indicación fue exacta. La música de un compositor tan particular e importante como Raúl Carnota seguiría su propio camino. Enseñando, influenciando, inspirando. Muchos autores actuales declaran estar íntimamente conectados con la música del creador de “Pecado de juventud”. Uno de ellos, quizás un ejemplo claro de su herencia, es Juan Quintero. Dueño de un pulso guitarrero único, integrante del trío Aca Seca y de discos junto a Luna Monti, Negro Aguirre, Edgardo Cardozo y Luis Pescetti, entre otros. El compositor nacido en San Miguel de Tucumán conoció a Raúl en un asado. Luego Carnota lo invitó a su casa y en el primer encuentro lo hizo grabar algunas canciones: “Era de la vieja escuela, tenía todo analógico. No sabía que eso que me hacía grabar era para llevárselo a la Luna Monti, que estaba grabando un disco con la producción artística de él”, explica, lento y amoroso, Juan Quintero.
Es indudablemente uno de los maestros de Juan, aunque no sepa realmente cómo es que se le metió adentro: “Te podría decir algunas cosas musicales… los rasguidos, por ejemplo. O en la forma, es complicado describirlo”, aclara. “Aunque haya tocado mucho la música de Raúl no puedo determinar qué es lo que se me metió. Si sé que robé cosas puntuales de su mano derecha de la guitarra. Después, cuando no es tan clara la influencia, la música se va colando adentro de uno de manera que no se percibe. Entran en el inconsciente y no sabés cómo vuelven a salir”, explica Quintero.
Asegura, además, que cree en los aprendizajes musicales. Que la cuestión no es lineal. “De todas maneras, hay algo que es más de brocha gorda, del hacer de Raúl en la música, que a mí me parece que es eso lo que yo admiraba. Pero la impronta que me queda de él es su vivencia, su postura al hacer musical. Muchas de las charlas, de las cosas compartidas tienen un peso más fuerte que alguna cuestión técnica musical de la que te pueda hablar”.
Asimétrico
Suena la versión de “La asimétrica” grabada en Reciclón. El bajo de Willy Gonzálezpropone la síncopa característica de Carnota. La voz de Raúl está en el punto exacto. Rasposa y profesora de los tiempos. El bombo histórico de Rodolfo Sánchez deja este verso en el llano de los corazones: “Tal vez mañana alguno la toque y se acuerde de mí”.
“Más allá de todo, aun de la muerte, su música está viva en nosotros para siempre. No me consuela, pero cuando la canto o cuando la cantan se me hace un poco más liviana su ausencia”, dice Teresa Parodi. Y Juan Quintero agrega: “Tocar ‘Memoria adentro’ es mi manera de traer a Raúl. Cada vez que nos juntábamos yo disfrutaba mucho de ese momento. Él la cantaba con un porte bárbaro, era muy lindo verlo cantar”.
“Juan [Quintero] en algún punto es un desprendimiento de mi viejo, más todo lo que es él como músico, claro. Pero es el único que puede tocar ‘Memoria adentro’. Lo siento como una continuidad de la línea Carnota”, reflexiona Guadalupe, que, como su padre, deja un silencio para volver con otra idea: “Vos ibas a los recitales de mi viejo y a veces había hasta pibitos con el pelo teñido de rojo y el skate abajo del brazo”.
“Nunca hizo concesiones. Nunca se adaptó a ningún contexto. Yo siempre le dije que los repertorios había que pensarlos en pos del lugar y él siempre hacía lo que quería. No importaba si era un festival o un bolichito”, recuerda con una breve sonrisa Suna Rocha.
Vuelve la voz de Raúl Carnota. Está entre nosotros. Dice: “Las canciones son como hijos, en todos los sentidos: uno las hace y después ellas toman el rumbo que se les ocurre, son inmanejables”. Silencio. Las palmas acompañan.
FUENTE: billboard
Por los Senderosde Argentina